ORDEN FRANCISCANA

DE LA

DIVINA COMPASIÓN

CURIA GENERAL

FUNDACIÓN ORDEN FRANCISCANA DE LA DIVINA COMPASIÓN

CUERPO DE CAPELLANES

Obispo Protector

Orden Franciscana de la Divina Compasión

NUESTRA VIDA

SEGUIMIENTO DE CRISTO

 

La vida de los hermanos es «seguir más de cerca a Jesucristo, movidos por el Espíritu Santo», fieles a la propia vocación, en un continuo camino de conversión, según la forma observada y propuesta por san Francisco de Asís.

El hermano, conducido por el Espíritu, se hace discípulo del Señor, considerándolo como único Maestro de su vida de penitencia.

 

La Regla y Vida de los hermanos es observar el santo Evangelio (cf. 2 R 1,1), siguiendo a Cristo pobre y humilde (cf. 1 R 9,1).

Cada hermano fundamenta su vida y formación en el Evangelio y en la Regla, meditada y acogida en su corazón a la luz del ejemplo y de los Escritos de san Francisco y de sus seguidores.

 

La forma de vida evangélica de los hermanos según la Regla de san Francisco, es interpretada y aplicada en el mundo de hoy por las Constituciones Generales de nuestra Orden y de la tradición Anglicana.

 

Entrega total a Dios

 

Para seguir más de cerca las huellas de Jesucristo y observar fielmente el santo Evangelio, los hermanos viven la alianza con Dios consagrándose totalmente a Él en la Iglesia, mediante la profesión religiosa, para el bien de los hombres.

 

El hermano es llamado a observar el santo Evangelio «viviendo en obediencia, sin nada propio y en castidad», ayudado por la gracia del Señor y por el vigor de la caridad fraterna, según el espíritu de san Francisco.

 

Para seguir a Cristo, «que puso su voluntad en la del Padre» (2CtaF 10), los hermanos menores renuncian a sí mismos y entran en la Obediencia prometiendo obedecer al Señor Dios, servirse y obedecerse unos a otros, y obedecer a los Ministros y siervos de la Fraternidad .

 

Se despojan radicalmente de sí mismos y de cualquier cosa, y viven como menores «entre los pobres y débiles» (1 R 9,2), anunciando al mundo las bienaventuranzas con alegría .  El hermano adquiere progresivamente la disponibilidad personal para compartir «todo lo que tiene» (Hch 3,6), en cuanto siervo y sujeto a toda humana criatura por Dios , llevando una vida humilde, laboriosa y sobria.

 

 

Espíritu de oración y devoción

 

La vida de seguimiento de los hermanos está apoyada por una experiencia de fe, alimentada por la Palabra de Dios y el encuentro personal con el misterio de Dios en Jesucristo por la potencia del Espíritu Santo.

 

El hermano pone la oración en el centro de la vida de la fraternidad. Sobre todo a través de la Eucaristía y de la Liturgia celebra, en nombre de la Iglesia, el misterio de la salvación realizado por Cristo.